Caminando por la ciudad de Londres uno puede encontrarse con una escultura que a primera vista parece ser un tronco hueco de cuyas hendiduras salen conejos, ratones, ardillas y varios niños que tratan de escalarlo. Sobre esta especie de pedestal de bronce se encuentra un niño que toca una flauta de Pan, con aspecto sonriente y triunfante. Si un día, lector, lectora, te encuentras con esta escultura, sabrás que estás en los Jardines de Kensington y que la escultura que está frente a ti representa la figura imaginaria, mítica, de Peter Pan.
El niño de la escultura es el protagonista de una obra de teatro convertida en novela que, aunque es considerada por muchos como un libro infantil, trata de temas que resuenan mejor en la mente adulta que la de la mayoría de los niños. A la gran historia de sir James Matthew Barrie le pasa lo mismo que a las novelas de su amigo Robert Louis Stevenson o a las de Lewis Caroll: han quedado catalogadas como obras para niños, aunque en realidad van mucho más allá de lo que dicha calificación podría sugerir.
¿De dónde surgen la historia y el personaje de Peter Pan? Si viste la película Finding Neverland, con Johnny Depp y Kate Winslet, quizá tengas algunas pistas sobre la respuesta. Resulta que Barrie tenía un perro enorme (como la perra Nana que aparece en la historia) al que solía llevar a pasear a los jardines de Kensington. Un día de 1898, Barrie y su perro conocieron a un par de niños, George y Jack Llewellyn Davies, que estaban en el parque con su niñera. A los niños les cayó bien Barrie y a Barrie le cayeron bien los niños, que resultaron tener otros tres hermanos: Arthur, Peter y Nico, y constantemente se encontraban en el parque para jugar.
Aunque Michael Jackson (que, por cierto, tomó el nombre de su rancho Neverland de la novela de Barrie, y que en alguna ocasión aseguró que él mismo es Peter Pan) y figuras similares nos hayan condicionado a sospechar de las relaciones entre adultos y niños, la verdad es que las cosas entre Barrie y los hermanos Lewellyn Davies siempre fueron completamente inocentes. Así lo dijeron los niños cuando crecieron y así lo indican las cartas y diarios de Barrie. De la relación con esos niños surgieron muchos de los relatos de Barrie; el personaje de Peter Pan en particular es una amalgama de los cinco hermanos y sus aventuras son al mismo tiempo ecos de los juegos e inspiración para los mismos.
La historia de Peter Pan transcurre entre Londres y la Tierra de Nunca Jamás. Peter conoce a Wendy y sus hermanos en Londres, y los lleva a Nunca Jamás para que vivan con él. Wendy se convierte en madre y compañera no sólo para Peter sino para su pandilla, los Niños Perdidos, que se llaman así por que se trata de los niños que se pierden en los jardines de Kensington. El grupo de Peter se ve completado por el hada Campanita, que está ligeramente enamorada de Peter y tiene unos celos terribles de Wendy. Y como ninguna historia de aventuras está completa sin enemigos, Barrie creó una banda de piratas encabezada por el Capitán Garfio.
Aunque Barrie quizá no estaría de acuerdo, en las aventuras y personalidades de Peter y el resto de los protagonistas es posible leer cientos de cosas. Por ejemplo, el Capitán Garfio y Peter Pan se parecen más de lo que ellos quisieran, en tanto que ambos se la pasan huyendo del tiempo; Peter al negarse a crecer y Garfio en su eterna lucha con el cocodrilo que se ha tragado un reloj y lo persigue con su eterno tic-tac. Los personajes femeninos, en particular Wendy y Campanita, también tienen mucho que decir. Campanita es toda sensualidad y amor, una mezcla cuya magia sólo funciona antes de que uno se convierta en adulto. Wendy, en cambio, es más madura: es ella quien le devuelve su sombra (¡vaya arquetipo!) a Peter Pan y en muchos sentidos le ayuda a crecer. Para muestra de los numerosos niveles en que está escrito Peter Pan sobran botones.
Como bien dice la fabulosa Wikipedia, la primera vez que Peter Pan apareció públicamente fue en 1902 en un libro llamado El pajarito blanco, mismo que luego fue utilizado en la famosísima obra teatral Peter Pan o el niño que no quería crecer, estrenada en Londres en 1904. En 1906, se publicó Peter Pan en los jardines Kensington y 1911 Barrie adaptó su obra teatral a la novela que hoy conocemos simplemente como Peter Pan, aunque su nombre original es Peter y Wendy.
Ya casi nadie lee el texto original, a la prosa de Barrie no le ha sentado bien el tiempo y la novela se siente profundamente anticuada y llena de diálogos y situaciones con los que no es fácil identificarse. Con todo, la historia de Peter Pan es aún muy conocida gracias a sus innumerables adaptaciones al teatro (monopolizadas en México por ese extraño personaje que es Fred Roldán), al cine y a la televisión. La versión más conocida es seguramente la de Disney, de 1953, aunque la primera adaptación al cine se hizo en 1924 y en 1976 la mismísima Mia Farrow hizo el papel de Peter en un musical para televisión. En el 2003 se hizo una nueva adaptación cinematográfica bastante más “adulta”, sin canciones ni caricaturas. Fue dirigida por P.J. Hogan y en mi opinión tiene al mejor Capitán Garfio (Jason Isaacs, que más recientemente dio vida a Lucius Malfoy en la saga de Harry Potter) y definitivamente a la Campanita más sexy (la francesa Ludivine Sagnier).
También hay muchos ejemplos de la influencia de Peter Pan en la cultura popular. En 1987 un jovencísimo Kiefer Sutherland apareció en Los Muchachos Perdidos, cuyo título y vampiros eternamente adolescentes recuerdan a los niños perdidos de Peter Pan. Otro caso es el de Lost Girls, una novela gráfica del genial Alan Moore (creador de V for Vendetta, From Hell y The League of Extraordinary Gentlemen) que describe con bastante detalle las aventuras sexuales de tres mujeres que tuvieron una infancia fuera de lo común: Dorothy, de El Mago de Oz, Alicia, de Alicia en el País de las Maravillas, y Wendy, de Peter Pan. Y nomás por no dejar, hay que mencionar la espantosísima Hook, que a pesar de tener un elenco más o menos decente (Robin Williams, Julia Roberts, Dustin Hoffman) es una película terrible que, en teoría, es una secuela de la historia original.
El asunto es que Barrie, tal vez sin proponérselo, logró algo que normalmente tarda siglos en suceder: creó un mito. O quizá el mito ya estaba ahí, flotando en nuestro inconsciente colectivo, y Barrie simplemente contribuyó a materializarlo.
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