De espías

Para MJR

Hace unos días murió, en circunstancias poco claras, el ex - espía ruso Alexander Litvinenko. Estaba involucrado en la investigación del asesinato de la periodista rusa Anna Politkovskaya, quien, como él, era una fuerte crítica del actual presidente ruso, Vladimir Putin. Antes de ser llevado al hospital donde habría de morir, Litvinenko denunció haber sido envenado y sus amigos aseguran que agentes del gobierno de Putin son los responsables. Mientras tanto, los médicos encontraron trazas de un elemento radioactivo en su cuerpo, el Kremlin y la policía secreta juran que ellos no tienen nada que ver, Putin dice que lo dejen en paz, Scotland Yard está investigando (pues Litvinenko murió en Londres) y ya se armó un borlote. Si no lo estuviera leyendo en el periódico, pensaría que se trata de una buena novela de espionaje o quizá de la reseña de una película.

Dice la Real Academia Española que un espía es alguien “al servicio de una potencia extranjera para averiguar informaciones secretas, generalmente de carácter militar”. Esta escueta definición olvida mencionar la emoción, la intriga, las estrategias y todo lo demás que se asocia, desde siempre, con los espías. Ese aire de misterio y aventura no le corresponde, sin embargo, a los agentes secretos de carne y hueso, que en general tratan de pasar desapercibidos y cuyas hazañas nunca llegan a hacerse públicas. Por el contrario, son los espías de papel o celuloide los que se quedan con la chica, los que tienen vidas llenas de peligro aunque no por ello faltas de glamour y lujo, los que conducen los autos deportivos y los que tienen todos los adelantos tecnológicos a su disposición.

En el caso del mundo del espionaje, los ejemplos de literatura convertida en cine son numerosísimos: la novela Los treinta y nueve escalones de John Buchan ha sido adaptada al cine varias veces, una de ellas por el mismísimo Alfred Hitchcock; la serie de Robert Ludlum compuesta por The Bourne Identity, The Bourne Supremacy y The Bourne Ultimatum originó una trilogía protagonizada por Matt Damon, cuya última parte está programada para estrenarse en 2007. Están también las novelas de Tom Clancy, como Patriot Games, Clear and Present Danger o The Sum of All Fears. Y claro, hay que mencionar a John Le Carré, autor de The Constant Gardener, dirigida por Fernando Meirelles en su versión cinematográfica y The Tailor of Panama, que en el cine fue protagonizada por Pierce Brosnan.

Y claro, no puedo hablar de literatura de espionaje sin mencionar a Bond. James Bond. Las doce novelas en las que aparece el agente 007 se deben a la imaginación del escritor inglés Ian Fleming; quién sabe que habría sido de la ficción de espías sin él. En una de esas ironías de la vida, los libros de Fleming viven hoy a la sombra de la gran cantidad de películas que se han hecho a partir de ellos. El cine ha llevado las historias de Fleming a todo el mundo, pero al mismo tiempo ha robado a sus personajes su complejidad y estilo.

Fleming estaba destinado a escribir novelas de espías. La vida lo empujó a eso: en 1939, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, entró al departamento de inteligencia de la marina inglesa y llegó a ser comandante. Como parte de su trabajo de inteligencia, Fleming diseño planes de espionaje y defensa naval tan extravagantes como reclutar ocultistas para engañar espías extranjeros y después capturarlos. También contribuyó a la creación de cuerpos policíacos secretos y al entrenamiento de espías.

Hay quien dice que el personaje James Bond está inspirado en un doble agente serbio con fama de casanova llamado Dušan Popov que trabajó para Alemania y el Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial. Otros piensan que Bond es más bien una versión literaria de Fleming, que gustaba de conquistar a cuanta mujer se le presentara y llevó una vida de lujos y glamour gracias a las ganancias de sus libros y adaptaciones al cine. Esta teoría es mucho más plausible, sobre todo porque Bond y Fleming comparten muchas cosas: ambos disfrutan fumar y beber y definitivamente no lo hacen con moderación (dicen que Fleming fumaba 70 cigarros y se bebía una botella de ginebra todos los días), los dos tuvieron una educación y carreras militares similares, y hasta tienen el mismo color de ojos.

La primera novela de Fleming, Casino Royale, apareció en 1953 y la última, Octopussy and the Living Daylights en 1966, aunque esta es en realidad una colección de historias cortas. Todas las aventuras de Bond escritas por Fleming han sido llevadas al cine, e incluso hay algunas que no son adaptaciones de las novelas originales, como Die another day. Hasta 2006 pueden contarse 21 películas sobre el personaje de Fleming, y una más ha sido anunciada para el año siguiente.

La muerte de Litivenko en Londres coincide con el estreno en el Reino Unido de la nueva versión de Casino Royale, la primera aventura de Bond. La realidad y la ficción son cada vez más difíciles de separar.

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