Cosa curiosa, esta del cambio de año. Hace algunos días, cuando esperaba con mi familia a que llegara la media noche y con ella el 2007, pensaba sobre el significado de los calendarios y sobre la naturaleza del tiempo. Es cierto que nuestro calendario es el mismo que se usa de facto en prácticamente todo el mundo, pero ni es el más antiguo ni es el único. Los judíos tienen su propio calendario, los musulmanes también. En India y China se usan calendarios particulares. Nosotros mismos organizamos nuestros días con distintos calendarios simultáneamente; a la par del calendario gregoriano que usamos para contar los días, las semanas y los meses, también usamos el calendario fiscal y el calendario escolar, que seguramente no son los favoritos de nadie. Con tantas formas de sistematizar y registrar el paso de los días, ¿cuál es el significado real de un calendario?, ¿qué nos dicen las fechas de un calendario acerca del mundo, de nuestras vidas o del tiempo?
Cuando afirmo que hoy es viernes 5 de enero de 2007 estoy siguiendo un sistema arbitrario de medición del tiempo que asume que han pasado 2007 años desde el nacimiento del Mesías Cristiano, y ese mismo sistema recuerda a la mitología romana por partida doble, pues el mes de enero recibe su nombre del dios Jano, patrono de las puertas, los inicios y los finales, y el nombre viernes se debe a Venus, diosa del amor y la belleza. Así, cada fecha, a primera vista sencilla y cotidiana, está cargada de significados y referencias que provienen de distintas culturas.
Nombres, religiones y mitologías aparte, todos los calendarios miden el tiempo, pero lo hacen de formas distintas. El calendario chino, por ejemplo, tiene 12 meses como el nuestro, excepto en años bisiestos, cuando tiene 13; sin embargo, como se trata de un calendario lunar, cada año puede tener entre 353 y 355 días, y los años bisiestos tienen entre 383 y 385. También es notable que el calendario chino presuponga que el tiempo es de naturaleza circular del tiempo, pues mientras nosotros contamos los años de manera lineal, progresiva, el sistema chino da un nombre específico a cada año dentro de ciclo de 60 años, al cabo del cual los nombres se repiten. Esta concepción cíclica del tiempo es compartida por el budismo y el hinduismo, e importantes teorías científicas como la del espacio-tiempo cuántico coinciden con ellas. Por el contrario, las culturas de tradición judeo-cristiana entienden el tiempo de manera lineal, con un punto de inicio (la Creación) y, en el caso del cristianismo, un punto final que llegará con el regreso de Cristo. Dios, sin embargo, existe fuera del tiempo, al igual que el destino final del alma.
Segundos, minutos, horas. Días, semanas, meses. Años, décadas, siglos. Milenios. Los calendarios que seguimos reflejan la forma en que concebimos el tiempo. La ciencia explica que el tiempo es una parte fundamental de la estructura del universo, una de sus dimensiones, dentro de la cual los eventos ocurren en secuencia. De acuerdo con esta concepción del tiempo, el tiempo existe fuera de nosotros y puede medirse, igual que el volumen o el peso de los cuerpos. En contraste, existe la teoría de que el tiempo es una parte de la estructura del intelecto humano, que junto con las nociones de tiempo y número, nos permite comprender el mundo. Así, la mente humana usaría la idea de tiempo para poner en secuencia los sucesos de la vida y para cuantificar la duración e intervalos de los mismos. El tiempo, pues, no es un algo que fluye fuera de la percepción humana, sino una herramienta de nuestra mente para entender lo que nos rodea. Entonces, ¿existe el tiempo por sí mismo, y es por ello que podemos medirlo, o existe sólo dentro de la mente humana y las medidas que usamos son arbitrarias? Piénsalo, lector, lectora, la próxima vez que le arranques una hoja al calendario.
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