Apadrinada

“Creo en América, América hizo mi fortuna”. Con estas palabras, en voz de Amerigo Bonaserra, el enterrador, abre Francis Ford Coppola su famosísima trilogía El Padrino que, como todas las películas que pasan por este espacio en espiral, está basada en una serie de novelas, en este caso escritas por Mario Puzo.

A diferencia de casi todo lo demás, la popularidad o la aceptación que tendrá un libro no están determinadas por jefes de bandas criminales ni por políticos. El significado, en el sentido de aquello que el texto dice y también en cuanto a lo que representará para el público, no está en las palabras sino en la lectura que se hace de ellas. Y digo esto, lector, lectora, porque El Padrino es uno de los poquísimos casos en los que lectores, críticos e intelectuales coinciden: se trata de tres obras literarias y al mismo tiempo de tres piezas cinematográficas de gran calidad y significado.

Esta trilogía literaria/cinematográfica trata sobre la historia de los Corleone, una familia italoamericana de origen siciliano cuyo patriarca, Vito, y más tarde su hijo Michael, encabeza una de las bandas de crimen organizado más poderosas de Nueva York. Más específicamente, la trilogía es un contraste entre Vito y Michael, una revisión de los motivos y los valores que están detrás de las decisiones que le dan forma a sus vidas. Es innegable que tanto Vito como Michael son héroes que a fin de cuentas obtienen lo que quieren (fama, poder, dinero). Y eso, como ha explicado Noam Chomsky en más de un lugar, contribuye a propagar la idea de que rebelarse contra la autoridad y las reglas termina por ser redituable. El crimen sí paga, nos dicen El Padrino y Los Soprano, los corridos de narcos y las historias de piratas.

El Padrino, como sus películas y novelas contemporáneas (Naranja Mecánica, por ejemplo) retrata una sociedad excesivamente violenta que ha perdido sus valores morales. El “negocio familiar” de los Corleone funciona como metáfora del capitalismo descarnado que imperaba (impera) en Estados Unidos, y la historia de Michael es en cierta forma la historia de ese país: una nación que su obsesión por la supremacía ha dejado en el camino los valores que le dieron origen y ha decidido que el fin justifica los medios. Y si no, pregúntenle a Bush.

La nación estadounidense fue fundada sobre valores como la igualdad, la libertad de expresión y los derechos humanos. En su afán enfermizo por protegerlos y extenderlos, los han pisoteado. Los Corleone, como metáfora del capitalismo, funcionan como advertencia no de los peligros que lleva consigo el capitalismo sino de los peligros a los que el capitalismo se enfrenta.

Vito Corleone construye un imperio con asesinatos y abusos; sacrifica su salud y pierde a uno de sus hijos para lograrlo, pero a fin de cuentas su vida es la de un hombre exitoso y muere de viejo, jugando con uno de sus nietos. Michael Corleone construye un imperio con asesinatos y abusos; sacrifica a su familia, a sus amigos, y muere sin más compañía que un perro. La diferencia está en que Michael traiciona a su familia, lo único verdaderamente sagrado, y por eso es castigado con el abandono y la soledad. No por sus crímenes, sino por traicionar a su familia.

El Padrino es, pues, no una crítica del sistema capitalista sino de la perdida de valores que amenazan su existencia. El Padrino, en papel y en celuloide, muestra a la familia como la única y verdadera razón para hacer las cosas, ya sea trabajar o asesinar. La familia es la base de la sociedad capitalista, es un instrumento para transmitir ideologías y riqueza, y es lo que permite la estabilidad social y la permanencia de las ideologías dominantes.

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