Primera de tres partes
Hay cosas innegables. Que Shakespeare es el dramaturgo inglés más importante de todos los tiempos es una de ellas. Con esta entrega de Espiralia comienzo una serie de tres partes sobre las adaptaciones que de la obra de Shakespeare se han hecho. No será una relación completa ni suficiente, pues no puedo hablar más que de lo que yo misma he visto y leído, que es poco en comparación de lo que existe.
Comienzo, entonces, explicando el título de la serie. Para hablar de Shakespeare una no puede simplemente tomar todo lo que el bardo escribió y empezar por donde mejor le parezca. O quizá si podría hacerlo así, pero me parece mejor tener algo de orden. Así, rompo a Shakespeare en géneros y le dedico la primera parte a sus comedias, la segunda a las tragedias y la tercera a las obras históricas. Aclaro aquí, para evitar malentendidos, que algunas obras de Shakespeare son de difícil clasificación y muchos estudiosos del tema proponen un cuarto género: el romance. Otros sugieren clasificar algunas de las obras del inglés como “problemáticas”, no por la dificultad de ponerlas en otra categoría sino porque en sí mismas tratan sobre situaciones por demás problemáticas.
Empecemos, pues, por el principio: las comedias. El término ‘comedia’ era usado en la Inglaterra Isabelina de forma muy distinta al uso que le damos actualmente; una comedia shakesperiana es una obra que tiene un final feliz para los protagonistas y cuyo tono general es bastante ligero… o por lo menos más ligero que otras obras de Shakespeare. Cuando se observan en conjunto, puede verse que las comedias de este autor inglés tienen muchas cosas en común: jóvenes enamorados que deben vencer los obstáculos que les impone la sociedad, separación y posterior de reunión de personajes (parejas, hermanos, padres e hijos, etc.), confusión de identidades, un personaje astuto (generalmente un sirviente), historias entrelazadas y juegos de palabras, entre otras.
Tengo que admitir que las comedias son lo que más me gusta de Shakespeare, con la excepción de Ricardo III que es una maravilla y de la que hablaré en otra parte de la serie. En esta categoría de comedia está, desde luego, Sueño de una noche de verano, que inspiró a Woody Allen para su Comedia sexual de una noche de verano.
El argumento de Sueño versa sobre los sueños, el amor y la magia. Shakespeare anuncia la complejidad de la trama desde el principio, creando como protagonistas a varias parejas de enamorados y mostrándonos luego los juegos que suceden entre ellos. El escenario que los une a todos es la boda del duque Teseo de Atenas con Hipólita, reina de las amazonas. Así encontramos a Oberón y Titania, rey y reina de las hadas y al duende Puck que tienen mucho que ver en la mayoría de los tinglados entre las parejas formadas por Hermia y Lisandro, y Demetrio y Helena.
Lo mejor sería, desde luego, leer la obra teatral original, pero las versiones cinematográficas son bastante recomendables. Ya mencioné la de Woody Allen, que es muy divertida, y también está la versión de Michael Hoffman que en lo personal me gusta mucho. Esta adaptación transporta el Sueño de Shakespeare al siglo XIX y lo sitúa en Italia. El elenco está formado por puro actor famoso: Kevin Kline, Michelle Pfeiffer, Christian Bale y un largo etcétera.
Muchas otras comedias shakesperianas han sido llevadas al cine (y a otros medios). La fierecilla domada, por ejemplo, fue llevada al cine Franco Zefirelli con Elizabeth Taylor y Richard Burton. Y Kenneth Branagh, que parece que ha decidido dedicar su vida a hacer adaptaciones cinematográficas de Shakespeare, ha dirigido Mucho ruido y pocas nueces, Trabajos de amor perdido y está por estrenarse su versión de Cómo gustéis.
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