Tuve una semana muy rara. Principalmente porque Emilio estuvo de visita desde el domingo hasta el jueves en la mañana y, como bien dice Aristóteles, los seres humanos somos animales rutinarios y esa visita me cambió toda la rutina. Para bien, pero igual fue un desajuste.
En el trabajo pasando muchas cosas y no sé qué hacer con ellas. Esta semana odié cada minuto que pasé en la oficina y no me he podido quitar de la cabeza la idea de reunciar, pero como dicen por ahí: ni pa' donde hacerse. La noticia de las nuevas formas de titulación en la UNAM me tiene llena de piensos: si la vida decide sonreírme, puede ser que en cosa de seis meses tenga mi título y entonces podría empezar una maestría. Pero para eso necesitaría una beca. Y si voy a pedir una beca, igual la puedo pedir aquí que en Groenlandia. Y para qué me quedo aquí si me puedo ir a vivir a otro país un rato. Y para qué me voy a otro país si ya sé lo difícil que estar sola, y además aquí está la casa y todo. Y así, hasta que alguien o algo me distrae y tengo que regresar a lo cotidiano
*resignación momentánea*
Lo cotidiano es aburrido la mayor parte del tiempo y estresante a ratos. Llega el fin de semana y mis aburridas neuronas quieren algo de acción: vamos al cine, a comer con alguien, a Pátzcuaro, a Zacapu. Me piden que las mueva.
Luego viene mi cartera y me ve con cara de desilusión: sabes perfectamente que no podemos hacer nada de eso. Y las neuronas la odian, pero saben que tiene razón.
Ya el colmo es cuando mi sentido de responsabilidad se para al lado de la cartera y me enlista los tres trillones de cosas que hay que hacer entre sábdo y domingo:
-Pagar la cuenta del celular y pasar al centro de atención para cambiar el equipo
-Lavar sábanas y ropa. Por lo menos serán tres cargas.
-Bañar a Malena (no creo que a ella le guste la idea)
-Hablar a Recubre cada 20 minutos hasta que los muy imbéciles vengan a arreglar lo del impermeabilizante
-Ir al super
-Ir por un corte de pelo (aunque estoy a punto de decir esperarme hasta mis vacaciones para hacerlo en el DF)
-Llamar a un arquitecto competente o de menos a Manuel para que vean lo de las humedades de la casa
*más resignación*
Y ya para terminar, haciendo eco de la Antología Universal de la Infamia que hasta hace poco publicaba La Tempestad, he aquí mi lista particular de seres infames:
*Consuelo
*Claudio
*La jefa de ambos
*El muchachito ese del comercial que dice 'yo no quiero que me queden cicatrices'
*La marta y el zorro
La lista, seguramente, se irá ampliando continuamente. Siempre hay alguien nuevo a quien detestar.
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