Ñañaras

¿Sabe usted lo que son las ñañaras? ¿NO? Pos ahorita le digo, faltaba más.

Ire jefe, las ñañaras, de acuerdo con la Real Academia Española no existen. Bueno, la palabra es la que no existe, porque las ñañaras son perfectamente reales y mensurables. Las ñañaras[1], damas y caballeros, son esos escalofríos que uno siente cuanto está a punto de embarcarse en una aventura potencialmente peligrosa y decididamente emocionante. Por ejemplo, cuando uno se va de viaje o cuando vas a salir por primera vez con el muñecote ese que te presentó tu amiga Lupe. Bueno, pues algo así, nomás que sin la parte decididamente emocionante, trae mi alma.

Ya se ha dicho en este mismo espacio que su servidora tiene la vesícula llena de cálculos. Se han hecho ya, también, recuentos acerca de los múltiples recursos terapéuticos a los que he recurrido en un intento desesperado por evitar la cirugía. Y como nada funciona, la vesícula se va. Se va este fin de semana, al parecer en algún momento del 22 de enero. Faltan algunos detalles por ultimar, pero será en esa fecha o las inmediatas. Por eso las ñañaras. No es propiamente miedo, es algo de tensión, ansiedad quizá. Ganas de que los dolores e incomodidades desaparezcan pero sin estar profundamente convencida de que la cirugía sea lo mejor ni de que haya otro remedio. Es como cuando necesitas bañarte pero son las seis de la mañana y hace un frío del cocol, pero sabes que apestas y tienes que ir a trabajar. Algo así.

Les aviso pa’ que no anden luego con que ‘ay, hace mil años que no me escribes’ o ‘uy, pus tienes como dos meses de no escribir en tu bitácora’ y todas esas cosas. A quejarse a su casa, yo voy a estar convaleciente y ni sé si voy a tener acceso a Internet o no. Es más, ni siquiera sé si me voy a poder sentar. Lo que si sé es que voy a tener mucho tiempo para pensar, leer y platicar. Pensar y leer casi siempre lo hago yo sola (a veces me hace falta ayuda pa’ pensar claramente, pero eso es otra cosa) pero para platicar hacen falta dos. O tres o cuatro, mientras más mejor. El chiste es que el quiera platicar, es cosa de que me hable por teléfono. También se aceptan tarjetas de ‘Alíviate pronto’ o paquetes con cositas lindas para animarme. El que quiera mi número de teléfono o mi dirección, levante la mano y mándeme un mail. Lo bueno, ya ven que soy justa y magnánima, es que si no me hablan ni me mandan nada no me voy a sentir. Con que me envíen buenas vibras y esas cosas es suficiente.

L.



[1] Me encuentro en un diccionario de cuya autoridad no puedo ser garante, que en Cuba y otras naciones caribeñas una ñañara es una herida o llaga. No es este tipo de ñañara al que me refiero.

2 comentarios:

Alfredo Carrera dijo...

Pues las ñañaras con las ñañaras, ni modo que no.
Chale, en fin.
Buen comentario.

Ricardo Sosa dijo...

Y que te repongas pronto!