Antes que nada

Pos ya fui y ya regresé. Escribí algunas cosas mientras estuve fuera, así que voy a transcribirlas tal cuál las redacté. Ah, y luego me recuerdan que les cuente lo de la ardilla.

Morelia, Mich. MÉXICO.
8 de octubre de 2004

Escribo mientras espero a que la sopa de vasito de se enfríe. No he comida nada en todo el día y temo que mi vesícula no está de acuerdo con mi ayuno.

En unos minutos, 20 más o menos, abordaré un autobús que me llevará a la Ciudad de México, y ahí pasaré la noche. No creo que duerma mucho. Mañana a medio día estaré en el aeropuerto más caótico que conozco (y conozco varios) para viajar a Nueva York. O al menos eso espero.

Hace mucho que no estaba tan emocionada por un viaje. La última vez que salí del país fui a Las Vegas. Debo admitir que estaba más asustada que emocionada, y que ese viaje terminó por se un poco decepcionante aunque de importantes consecuencias. Una de ellas es justamente esta nueva aventura.

Espero tanto de mi visita a Nueva York que es casi imposible que no me decepcione. Espero la emoción de descubrir una nueva ciudad, mejorada por no hacerlo en solitario. Espero encontrar y que me encuentren, espero necesidades satisfechas. Espero pecados. Espero sonrisas. Espero más nubes.

Ya veremos que pasa.

Aeropuerto Internacional Benito Juárez, Tierra de Nadie.
9 de octubre de 2004

Son las dos veinte pe eme. Mi vuelo a Nueva York sale en una hora y estoy esperando a que anuncien la puerta por la que debo abordar. Mientras espero, me burlo de un grupo de gringos que perdió su conexción a Detroit. Me burlo del empleado del mostrador de Delta, que en su nerviosismo le ha dicho a los gringos que no hay más vuelos hasta mañana, aunque debería decirles que no hay más vuelos directos hasta mañana, pero ahora pueden tomar uno a Atlanta y conectar ahí. eso lo sé porque primero lo explicó en español, pero nadie le entendió.

Llegué demasiado temprano. Tuve tiempo de leer Burnchma, de entrar a todas las tiendas duty free y al final tuve que comprar un caro que no promete mucho, para entretenerme.

Cada vez hay más gringos, el tipo del mostrador de Delta está sudando muchísimo y eso que el aire acondicionado está obligando a muchos a ponerse el suéter. Hay bebés llorando. Bebés horribles. Y la gente sale de las paredes, del techo, de todos lados. Los bebés lloran y los únicos que no los escuchan son sus padres.

Ya deberíamos estar abordando

Estoy extrañamente tranquila. Hace meses que planeo este viaje y me emociona todo lo que puede pasar, pero estoy tranquila. Tengo que estarlo, para no hacer enojar a mí vesícula.

A veces no sé si me gusta viajar sola o lo hago por que no me queda de otra. Un poco de ambas, supongo.

Empiezo a cansarme de esperar

Me gustan los aeropuertos. Me gustan las voces de la gente en otros idiomas, aunque la gente no me gusta tanto.

Acaban de anunciar que mi vuelo está demorado. Respiro profundo. Estoy bien. Maldita vesícula. No me permite ni un minuto de estrés.

Es la primera vez que demoran uno de mis vuelos. espero que no sea por mucho tiempo. parece que voy a pasr más de 12 horas en aeropuertos o en tránsito.

[Aquí terminan mis notas de ese día. Un par de minutos después anunciaron la puerta para abordar y tuve que cruzar todo el aeropuerto para llegar a ella. Mientras esperaba a que nos dejaran subir al avión escuché a los empleados de Delta comentar que el problema había sido que en Nueva York habían tenido que esperar a un par de pasajeros que ya habían documentado su equipaje pero no habían subido al avión. También los escuché decir que el vuelo iba semi vacío, lo cual resultó cierto y me permitió tener dos asientos para mí sola. Eso compensó un poco la demora y el vuelo fue de lo más cómodo. Pensé en llamarle a Brad o a Jon para avisarles que mi vuelo iba demorado, pero como sólo era media hora pensé que no haría falta. Y fue bueno mi instinto porque ellos también llegaron tarde a recogerme. Y luego nos tomó casi dos horas llegar del aeropuerto al domitorio de Jon en la Universidad de Nueva York, porque ninguno de los tres conocía muy bien la ciudad. esto habría sido de lomás molesto si ellos fueran gente común y corriente, pero son Brunchers. Tienen un talento natural para hacer divertidas las situaciones más aburridas]

El domingo 10 y el lunes 11 de octubre los pasé en la ciudad de Nueva York. No tomé notas porque estaba ocupada echando desmadre, tomando fotos y comiendo. El domingo fuimos a Times Square y caminamos un poco, entramos a Toys 'r' Us y compramos dulces. Fuimos al cine a ver ! *heart* Huckabees que resultó ser profundamente divertida y que a partir de hoy servirá para clasificar a los seres humanos en dos categorías: a quienes les gustó y a quienes no les gustó. Estos últimos deberán ser eliminados. Después fuimos a cenar comida china y a comer helado. Pero no cualquier helado. Fuimos a Cold Stone. Todo el mundo debería comer helados ahí al menos una vez en la vida. El lunes Brad y yo fuimos al Museo Guggenheim y al Metropolitan, caminamos mucho y en algún momento compramos pretzels en un carrito frente al Guggenheim y nos sentamos comer en una banca bañada de sol.

Central Park estaba vestido de otoño, con hojas secas y cielos azules. De lo más lindo, si no fuera por el maldito viento helado que sopla de pronto. La temperatura, me dicen los nativos, era bastante decente pero yo tuve frío toda la semana. El clima de mediados de octubre en Nueva York es más o menos el mismo que el del invierno en el DF o en Morelia. Y yo con un suetercito y blusas de manga corta.

Tras caminar por horas y horas en el frío, y después de tomar café y platicar por un buen rato, Brad y yo tomamos el tren a Poughkeepsie ("poquipsi", pa' quien quiera saber como pronunciarlo) y después manejamos (bueno, él manejó) hasta Troy, que está a unos 10 o 15 minutos de Albany, la capital del estado de Nueva York. Más apuntes:
Troy, NY. EUA.
12 de octubre de 2004

Cuando viajo siempre llega un momento en el que, cansada de caminar, busco un lugar soleado para sentarme un rato. Y cuando lo encuentro suelo pensar, preguntarme, qué hago ahí.

Escribo esto justo en ese momento.

Hace algo de frío, sobre todo cuando el aire me pega en la cara, pero hay sol y oigo cuervos (creo que son cuervos) a lo lejos. El piso está lleno de manchas de sol y hojas de otoño. Hojas rojas anaranjadas, amarillas. Hojas de cobre y oro. Hojas nunca antes vistas. No hay ruido, sólo murmullos.

A veces me parece muy extraño que los países, las ciudades, puedan ser tan distintos. Los seres humanos son tan igual en todos lados, que resulta asombroso que logrn crear ambientes tan opuestos. Troy es un poco como Morelia. No se rían, dejen que me explique: Son ciudades-pueblo. Pequeñas, llenas de fachadas y edificios que debe ser fotografiados, y al mismot tiempo aburridas y vacías. Ciudades de cascarones.

Aquí llevo apenas algunas horas. Antes esta en Nueva York. Estaba en La Ciudad.

Nueva York es todo lo que una ciudad debe ser. Caminé por Times Square, fui al Museo Guggenheim y al Metropolitan. Comí un pretzel que compré en un carrito frente a Central Park. Tomé el metro. Tomé el tran en la Grand Central Station. Me enamoré de la ciudad. Del ruido, del tráfico, de la gente (o de lo que parecen ser). De las voces en todos los idiomas, de las miradas de hartazgo de llos viajeros en el metro. de lo bestialmente alta y grande que es Nueva York. El Upper East Side, con sus edificios de departmentos, del oasis que es Central Park.

Observo todo y todo me asombra. Quiero comerlo todo, beberlo todo, comprarlo todo, pero encuentro que todo es inútil, innecesario. Hay tal variedad de productos, de estilos, de colores, de olores, que al final cada tienda es una colecciones de engaños y tentaciones. De falsedades.

[Aquí terminan mis notas a cerca del viaje. A partir de ese 12 de octubre y hasta el 17 en que volví a México no tuve tiempo ni ganas de escribir más, porque estaba ocupada viviendo. El 14 de octubre pasé el día en la ciudad de Nueva York, en esa ocasión Brad y yo caminamos por SoHo, una parte del barrio chino y un par de cuadras de Tribeca. Vimos algunos edificios del gobierno local y olvidamos ir a la sede de las Naciones Unidas. Vimos el puente de Brooklyn desde lejos y compramos muchos discos. Después, ya tarde, nos reunimos con Batya, Beth y Phil para comer y caminar por Times Square de noche. Fue una reunión breve, pero valió la pena. Después regresamos a Troy. El 15 y el 16 los pasamos en Rochester, al norte de Nueva York, a donde fuimos para asisitr a la boda de Liz y Mike. Más Brunchers, eso (casi) siempre es buena idea. Mike y Sonia, Ali y Josh, Izzy. La odisea que significó llegar a tiempo al aeropuerto den Nueva York fue aún más difícil por la cantidad de cosas que pasaban por mi cabeza y por mi corazón. Volví a Morelia llena de ideas y emocionada por las cosas que vienen. No es fácil explicar el efecto que este viaje tuvo en mí y en mi vida, principalmente por que yo misma aún no lo entiendo. Como siempre, será el tiempo quien termine por explicarlo.]

Así termina la Expedición de Descubrimiento y Conquista. Es el último viaje al extranjero que tengo planeado este año, aunque rpetendo ir a la Ciudad de México al menos un par de veces antes de Navidad. En 2005 pienso regresar a Nueva York, ir a Austin y tal vez a Madrid. Eso, claro, si el trabajo y el dinero lo permiten.

La vida es viajar, gente. Les sugiero que empiecen a vivir lo más pronto posible.

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