Shakespeare se rompe en géneros II

Segunda de tres partes

Te saludo de nuevo, lector, lectora, y sigo con la serie sobre Shakespeare. Si la memoria no me traiciona, esta vez toca hablar sobre las tragedias del bardo. Y sobre esas tragedias hay mucho que decir.

Así como las comedias tienen en común el final feliz, los enredos y confusiones, las tragedias de Shakespeare tienen características que las identifican como tales: al inicio de las obras los protagonistas suelen llevar una buena vida para caer más tarde en desgracia; los finales suelen ser bastante infelices y a menudo involucran numerosas muertes. Shakespeare se apegó a los principios aristotélicos de la tragedia, sus protagonistas despiertan cierta empatía en la audiencia a través de la admiración o la identificación, y al mismo tiempo son personajes capaces tanto del bien como del mal.

Probablemente la pieza trágica más famosa de Shakespeare sea Romeo y Julieta, escrita a principios de su carrera, y cuya historia es de sobra conocida: Romeo es un Montesco y Julieta una Capuleto. Sus familias son enemigas juradas y su amor es, por tanto, prohibido. En caso de que aún haya alguien que no sepa como termina la historia, me ahorro el final. Sobre esta, la más famosa historia de amor de la civilización occidental, se han hecho tantas adaptaciones que es difícil llevar la cuenta. En el cine una de las mejores es la de Franco Zefirelli, aunque quizá sea más conocida la versión de Baz Luhrmann, de 1996, con Leonardo DiCaprio y Claire Danes en los papeles principales.

Ambas valen la pena por razones completamente distintas; la primera es más fiel al original y mucho más suave visualmente, más conmovedora, mientras que la segunda se apega a la trama aunque la sitúa en la sociedad contemporánea y presenta una visión un tanto más dura, más caótica, de la historia. La versión de Luhrmann fue rodada en parte en la Ciudad de México y en Veracruz, por cierto. Romeo y Julieta es, además la musa detrás de Amor sin barreras (West Side Story), una de las películas musicales más exitosas de Hollywood.

Zefirelli dirigió también una excelente adaptación de Hamlet, la tragiquísima historia del príncipe danés, con Mel Gibson, Helena Bonham Carter y Glenn Close, aunque personalmente me gusta más la versión de Kenneth Brannagh, en la que él mismo interpreta a Hamlet y Kate Winslet es Ophelia. Esta versión tiene la particularidad de ser la primera adaptación completa de Hamlet, con todas las escenas del original, y dura alrededor de 4 horas.

Otra tragedia shakesperiana que vale la pena mencionar es Tito Andrónico, que fue escrita algunos años antes que Romeo y Julieta y trata sobre un general romano del mismo nombre que se convierte en el objeto de la venganza (bastante justificada) de Tamora, reina de los godos y más tarde emperatriz de Roma. Tito manda matar a uno de los hijos de Tamora en nombre de Roma, y cuando ella llega al poder los papeles se invierten. Es una pieza de teatro bastante violenta, con escenas sangrientas, muertos y demás. La tragedia de Tito Andrónico fue adaptada al cine por Julie Taymor en 1999. Ella misma escribió el guión y dirigió la película, que tuvo como protagonistas a Jessica Lange en el papel de Tamora y a Anthony Hopkins en el de Tito.

Ya para terminar, mencionó de pasadita a a Macbeth, una versión de la misma fue dirigida por Roman Polanski y a Otelo, cuya versión más conocida es tal vez la de Oliver Parker con Lawrence Fishburne como Otelo, aunque Orson Welles dirigió y protagonizó una versión anterior (bastante difícil de conseguir).